Page 22 - Manual Padres
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1 · Introducción

    Pero para poder aceptar las tres realidades anteriormente expuestas
 debemos estar debidamente informados. La información sobre todo lo
 concerniente a la cardiopatía de nuestro hijo va a ser el pilar funda-
 mental sobre el que se sustente nuestra capacidad de ayudarle. Es un
 deber de los padres la búsqueda de información. No sólo en temas
 médicos, también en los aspectos relativos al entorno social, a cómo
 se va a desarrollar en su entorno familiar, en el escolar, con sus ami-
 gos. Además, los padres debemos informarnos porque vamos a con-
 vertirnos en los transmisores de esta información tanto hacia el resto
 del entorno social: profesores, familiares, amigos, etc., como hacia
 nuestro propio hijo según vaya creciendo y necesitando respuestas. Es
 por esto que los padres debemos también aprender a transmitir la
 información. Tenemos que aprender para enseñarles. Y nuestro proce-
 so de aprendizaje no debe limitarse a los primeros meses o años de
 vida. Al igual que todo el resto de los profesionales que se encargarán
 de nuestro hijo a lo largo de su vida, nosotros deberemos implicarnos
 en un proceso de formación continua.

    Debemos tratar a nuestro hijo como un ser íntegro, evitando que el
 tema del corazón, que tiene muchas connotaciones a nivel cultural y
 simbólico se convierta en el centro de nuestra existencia. Debemos
 evitar centrarnos excesivamente en su problema de corazón y que el
 niño se convierta en un enorme corazón con piernas. Un corazón
 andante. Tenemos que tener en cuenta que hay muchos otros aspec-
 tos que no debemos descuidar, aspectos físicos, sociológicos, psicoló-
 gicos.

    El niño cardiópata crecerá en el mismo entorno que cualquier otro
 niño: la familia, el colegio, etc... La interacción entre nuestro hijo y
 este entorno dependerá en gran parte de nosotros, de cómo los edu-
 quemos, y de nuestro comportamiento hacia ellos y hacia los que nos
 rodean. Debemos tratar a nuestros hijos con la mayor normalidad
 posible para conseguir que ellos sean los primeros en sentirse “norma-
 les” a pesar de “ser diferentes”. Para poder normalizar plenamente la
 vida de nuestros hijos, nosotros, los padres tenemos que ser los pri-

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